Por Críspulo Coronel Zapata
Calatrava Digital.- Este pasado viernes, en el hotel “El Retiro del Maestre” de Almagro, presentado por la anfitriona Ana Fernández, se vivió una noche mágica, irrepetible. Allí se dieron cita Cagancho, Curro Puya, Amparo Rodríguez, el reconocido cirujano Joaquín Olmeda (hija y nieto del torero de los ojos verdes), el duende de los gitanos de la Cava y el almagreño Álvaro Ramos que, repasando la prolija e interesante biografía de Cagancho, dicho con total desapasionamiento y sin exageraciones, como las encajeras de Almagro, trenzó finos encajes de bolillos.
En aquella lejana e histórica tarde de 1927, donde sucedió el mayor escándalo en una plaza de toros, Joaquín Rodríguez uniría, para la posteridad, su nombre y el de la ciudad de los encajes y las berenjenas, situando al pueblo de Almagro en el mapa de España y allende nuestras fronteras.
Cuatro horas y media, señores, duró el impar acontecimiento, seguido sin pestañear por un público selecto que llenaba el aforo permitido. Francamente, hoy no hay espectáculo que resista tanto tiempo sin un solo bostezo. Cuatro horas y media, repito, de disfrute y que pasaron como un suspiro.
La velada combinada con la cata de unos vinos, vinculados con pasajes de la vida de Cagancho (Andalucía, Murcia -alternativa-, Almagro y Méjico -donde transcurriría el final de sus días-) y maridados con la gastronomía de la zona, a cargo del experto gastronómico, Fernando Buitrón, hicieron las delicias de los presentes Y todo ello amenizado con un concierto de pasodobles toreros, incluido el dedicado al protagonista rescatado por el ponente, e interpretados con un piano y un violonchelo por el dúo Roberto Villadango y Nazaret Navea.
Álvaro Ramos, repasó pasajes inéditos de la vida del torero, salpicados con numerosas anécdotas desconocidas por la mayoría de los mortales, apoyándose en fotografías y documentos inéditos que incluso sorprendieron a la familia. En definitiva, sencillamente y como dicen por allí abajo, estuvo “sembrao”. Con pena puso el acento en la aciaga tarde del trianero, resaltando que la historia olvidó los máximos trofeos, incluida la “pata”, que cortó, tres años después en 1930, en su reencuentro con la afición almagreña, tras monumental faena al toro “Barquillero” del duque de Tovar, quedando sellada “per secula sin fin” la paz entre el torero y la afición almagreña.
Todavía resuenan en mis oídos los aplausos y los comentarios favorables que dedicaron a los protagonistas y que finalizó con la entrega de un precioso ramo de flores a doña Amparo Rodríguez quién a modo de brindis dedicó al respetable. Lo dicho, una gala diferente, única, irrepetible, pletórica de arte, presidida por la armonía del marco y la presencia de la familia del torero gitano, cuyo nombre, en opinión de muchos, debería figurar en el callejero de la ciudad.
En resumen, Cagancho y Álvaro, la Cava y Almagro, torero de cante grande y duende…encajes finos.