Almagreños en los campos de exterminio nazis

El próximo 27 de enero se conmemora el Día Internacional en memoria de las víctimas del Holocausto, según quedó aprobado en la resolución 60/7 de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Ese día de 1945 el ejército soviético liberó el mayor campo de exterminio nazi, el situado en  la localidad polaca de Auschwithz-Birkenau, donde murieron asesinados cerca de 2,5 millones de personas. Este aniversario es un buen momento para honrar y recordar a los millones de víctimas que padecieron la barbarie nazi.

Cuando hablamos de campos de exterminio nazis, probablemente pensemos en las cámaras de gas, en los uniformes a rayas, los trenes de la muerte, las alambradas, las SS… imágenes la mayoría de ellas procedentes del cine y la literatura. Lo que será más difícil es que asociemos a los campos de exterminio a los miles de españoles que fueron deportados a lugares como Mauthausen. Y es que la deportación de republicanos españoles a campos de concentración alemanes ha sido sistemáticamente ocultada durante años. Por eso, aprovechemos este día internacional en memoria de las víctimas para honrar a los más de 10 mil españoles que padecieron el horror nazi. De ellos, el 12 por ciento provenían de Castilla la Mancha, en concreto, 95 de Albacete, 58 de cuenca, 181 de Toledo, 79 de Guadalajara y 103 de Ciudad Real.

En este breve recuerdo quisiera hacer especial mención a cuatro vecinos de Almagro cuya historia es prácticamente desconocida en la localidad. Los cuatro deportados se llamaban: Agustín Parras Barba,  Antonio Rodríguez Espinosa, Manuel Ruiz López y Pedro Chaves Álvarez. Paso a continuación a dar breve cuenta de los datos que he obtenido en distintos archivos y que dejan constancia de su paso por los campos de exterminio.

Lo primero que hay que saber es que la mayoría de los deportados primero fueron encerrados en unas prisiones llamadas Stalag. Agustín Parras Barba, nacido en Almagro el 24 de diciembre de 1905, pasó por el stalag o prisión XII-D (Trier), donde se le dio el número de prisionero 56900. Fue trasladado a Mauthausen el 25 de enero de 1941, donde se le adjudicó el nº de matrícula 3267. Falleció en este campo el  6 de enero de 1942.

Antonio Rodríguez Espinosa nació en Almagro el 12 de enero de 1912. Su primer stalag o campo de prisioneros fue el VII-A (Moosburg), donde se le asignó el nº 65094. Desde este lugar fue trasladado a Mauthausen el 6 de agosto de 1940, donde se le adjudicó el nº de matrícula 3353. También falleció en Mauthausen, el 19 de noviembre de 1941.

Manuel Ruiz López nació en Almagro el 14 de Mayo de 1913. Su primer stalag o campo de prisioneros fue el V-A (Ludwigsburg). Desde este lugar fue trasladado a Mauthausen el 14 de Junio de 1941, donde se le adjudicó el nº de matrícula 6629. Fue liberado el 5 de mayo de 1945 junto a miles de prisioneros, gracias a la entrada del ejército estadounidense en el campo.

Pedro Chaves Álvarez, nacido en Almagro el 12 de enero de 1912, estuvo en el campo de prisioneros de París-Gare D´Est, al que llegó el 1 de abril de 1943; allí se le asignó el nº 2855. Fue trasladado Mauthausen dos días después, donde se le adjudicó el nº de matrícula 25601. Pedro Chaves consiguió sobrevivir en este campo, tal y como relata Carlos Hernández en su libro “Los últimos españoles de Mauthausen”, y lo consiguió a pesar de haber sido designado preso Noche y Niebla, que en la práctica significaba condenado  a morir de manera inmediata, nada más llegar al campo. Era esta una forma de acabar con las acciones de la Resistencia Francesa. Los arrestados eran interrogados y torturados en las dependencias de la Gestapo, para después ser trasladados a prisiones y campos de concentración. Allí se les registraba específicamente como reos «Noche y Niebla» y, en algunos casos, se les identificaba cosiéndoles las letras «NN» en el uniforme. Los españoles que pasaron por esta situación, cuyos nombres conocemos, son básicamente aquellos que consiguieron sobrevivir. La mayoría tuvo la suerte de caer en Mauthausen y ser protegidos por la organización española. Como cuenta el profesor Hernández, Casimir Climent y Josep Bailina, los secretarios de la Oficina Central de la Administración, leían con antelación los listados de los convoyes que iban a llegar hasta el campo. Cuando veían que el cargamento incluía prisioneros calificados como «NN», entraban en acción: «Avisábamos a los que estaban condenados a desaparecer y su grupo nacional se responsabilizaba de ellos. A quienes tenían que ser ejecutados les mandábamos al hospital para que pasaran la cuarentena. Una vez allí, les ponían al lado de un enfermo de tifus que tenía que morir a la fuerza. Llegado el momento, cambiaban la chapa y se hacían pasar por el difunto». Gracias a este y a otros procedimientos, se salvaron resistentes españoles como el barcelonés Josep Ester, el conquense Doroteo Sáez y  el almagreño Pedro Chaves. En total, existe documentación sobre 22 españoles «Noche y Niebla» que llegaron con vida hasta la liberación, 18 de ellos en Mauthausen. Entre ellos también había dos mujeres resistentes, la zaragozana Herminia Martorell y la española de origen francés Rosita de Silva.

Pero, ¿cómo llegaron estos compatriotas a los campos nazis? Como se sabe, al terminar la guerra civil, la victoria de las tropas franquistas provoca que más de medio millón de españoles  tuvieran que exiliarse cruzando la frontera francesa. Muchos se trasladaron a América, pero más de doscientos mil permanecieron en Francia. Al llegar al país vecino  fueron internados en improvisados campos de refugiados en unas lamentables condiciones, muriendo muchos de ellos de frio, hambre y enfermedades.

Pero las desgracias no habían hecho sino empezar, pues pasaron de una guerra a otra. Cuando Hitler invade Francia,  en la primavera de 1940, son numerosos los milicianos republicanos que se unen a la Legión francesa; se calcula que unos 10 mil. Muchos fueron apresados por los nazis, otros tantos participaron  en la resistencia y también fueron detenidos. Fue en ese momento cuando las autoridades nazis preguntaron al régimen de Franco qué hacían con estos presos. El ministro de Franco, Ramón Serrano Suñer, en la práctica condenó a muerte a miles de compatriotas al responder que “fuera de las fronteras españolas no había españoles”.

Al llegar a los campos de exterminio, después de un horrible trayecto en tren en el que eran golpeados y vejados, lo primero que hacían las SS era cortarles el pelo, quitarles la ropa y sus pertenencias, entregarles un traje a rayas azules en el que había pintado un triángulo azul con una S y asignarles un número, medidas todas ellas encaminadas a erradicar cualquier vestigio de humanidad. Por eso, y tal como sabemos por los numerosos testimonios posteriores,  los prisioneros eran tratados como bestias, trabajaban todo el día, eran golpeados sistemáticamente y prácticamente no recibían alimentación. Era la denominada “práctica del exterminio por el trabajo”.  La mayoría de los presos españoles murieron durante los dos primeros años de cautiverio, entre 1940 y 1942. Un  superviviente  español  definió  muy  certeramente las dos fases diferenciadas que conocieron los españoles: “Durante los dos o tres primeros años el trabajo era una excusa para asesinarnos;  más tarde empezaron a estar interesados de verdad en aprovecharse de nuestro trabajo”.

Tras la liberación de los campos nazis, que comienza en enero del 45 y termina en mayo de ese año con la liberación de Mauthausen, se revelará a los ojos de Europa el alcance del horror nazi y su plan para exterminar a todos aquellos que supuestamente amenazaban la supremacía de la raza aria. El resultado es más que conocido: más de seis millones de judíos, homosexuales, personas con opiniones políticas diferentes y otros grupos fueron exterminados en campos de concentración en un genocidio sin parangón.

En el día internacional de las víctimas del holocausto pensamos que es justo reclamar un homenaje y un reconocimiento a los españoles y españolas que sufrieron el horror nazi. En otros países, como Francia, ya se ha hecho: recientemente se ha reconocido con  honores de estado a los miembros de la 9, la compañía que primero entró a liberar Paris de los nazis; se ha reconocido a Boix, el fotógrafo de los campos; incluso se han establecido ayudas  para las víctimas. Pero eso es Francia. En España, por desgracia, esta parte de la historia sigue siendo muy desconocida; en muchos pueblos todavía se ignora que hubo vecinos que vivieron y murieron en los campos de exterminio. Creemos que no es tarde para dar a conocer sus nombres y su historia, hay datos para poder homenajearlos, y tenemos el deber de recordar que el totalitarismo nazi no fue algo alejado de nuestros pueblos.

Esperamos que con la publicación de este modesto homenaje, familiares y amigos de las victimas amplíen la información que se tiene sobre estos almagreños que vivieron uno de los momentos más oscuros de la historia de la humanidad. Nuestra intención es que, al menos sus nombres no sean borrados de la historia y, tal y como refleja la placa instalada en el campo de Mauthausen, que su recuerdo y su sacrificio perduren para siempre en el pensamiento de los vivos. Como dijo el filósofo  de origen español Jorge Santayana: “Quien olvida su historia está condenado a repetirla”, frase escrita en la entrada del bloque número 4 del campo de Auschwitz.

Ismael Parras Ramírez
Concejal Almagro si  Puede

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